Bienvenidos al país sin fronteras

Todo lo escrito rompe las fronteras de la libertad, son muestras de mis sentimientos y la verdad es que lamento que sólo me inspire la tristeza. No obstante, espero que os gusten mis textos/relatos, y si es posible, que os lleven a reflexionar. Un saludo.

lunes, 27 de febrero de 2012

En la cima del mundo.

Sentado en la cima del mundo,
desamparado, hastiado, solo atento
al rumor que retumba desde lo profundo,
como un tambor, incita con furia
la duda en mi interior.

Al acabar, comencé, pues no hay final.
Y al comenzar, lo logré, porque mi valor
y mi miedo se miran de igual a igual,
mi confesión: no me guía el honor,
pero tampoco temo al dolor.
No se trata de valentía o de heroísmo,
del impulso de ser común y a la vez raro,
de cogerte de la mano, de mirarte a los ojos,
y borrar de tu corazón cada reparo.
De acompañarte en tu caída al abismo,
de que me devuelvas la mirada y sonrías,
pues sabes que pese a cada cicatriz, soy yo mismo.

Mas tal como los pétalos de una rosa,
que se marchitan y sucumben,
me encontraba yo en mi lúgubre madriguera,
atemorizado, con mi plegaria, escapar de la soledad,
mientras mi esperanza y mi voluntad se consumen.
Al dirigir la vista a la inmensidad,
comprendí que pese a elevarme sobre el resto,
no soy superior a nadie.
Ni siquiera de los necios que no cuestionan lo incierto,
ni de los que viven como les mandan
y mueren cuando se lo ordenan.

Exasperado y confuso, eché un vistazo al cielo.
Me sentí en casa, pese a estar tan lejos de mi morada.
Las estrellas, tenues y difusas decoran mi decadencia.
Caí en la cuenta; la noche no estaba nublada,
eran las lágrimas que brotaban de mi mirada.
Al mirar mis manos, empecé a entender el motivo de mi escalada.
Nadie hará por mi, lo que yo no haga.
Y las arrugas de un millar de vivencias,
las heridas de incontables caídas...
¡No desaparecerán!
Pues permanecen para recordar mi lucha hasta el fin de mis días.

Busqué con mis ojos el firmamento,
emocionado aunque demasiado cansado,
esperando compartir mi descubrimiento.
Olvidé que estoy sólo,
sin nadie con quien compartir mi conocimiento.

Y al empezar a bajar, una voz retumbó en mi pecho,
las plegarias fueron atendidas y curada mi maldición.
La dicha sacudió mi moribundo corazón.
Un susurro llegó desde lo mas recóndito de mi ser:

"No hay cima muy alta,
sólo dudas en la subida.
No hay mayor miedo,
que el temor a la caída"

-Sergi Bosch

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