Ojalá las hojas muertas no cayeran nunca de su hogar,
buscando en el suelo una esperanza que no va a llegar.
Ojalá el pájaro no abandonara su nido,
que después extrañará, cuando se encuentre perdido.
Ojalá la rosa viviera para siempre, inmortal,
ojalá el corazón reine, si es que llega, hasta el final.
Ojalá el amor sólo tuviera un filo,
sólo una dirección, como la que recorre la vida,
y no jugara con lo incierto ni atacara las heridas.
Ojalá tu calor me abrigara esta fría noche,
recordándome que un bache en el camino
no significa que ya no controle mi destino.
Ojalá el viento siempre soplara a mis espaldas,
siempre dando oxígeno a este náufrago,
siempre llevando el barco hasta tu mirada.
Y si tras cada alegría se esconde tristeza,
y si tras cada agonía se oculta la dicha...
¿Para qué el llanto? Si la realidad se desmorona,
cuando se seca la última lágrima y se ultima el testamento,
la verdad cada vez más dura, de que hora tras hora,
la muerte está servida.
¿Para qué la risa? Si el instante fugaz se fuga
tras su despertar y desaparece con miedo
de que nunca le vuelvan a llamar.
¿Para qué un final? Si en mi corazón la duda jamás duerme,
si en mi interior la alegría rara vez viene a verme.
¿Para qué un comienzo? Tras cada vivencia y rogando demencia,
me doy cuenta de que cada camino lleva al tropiezo.
¿Para qué el reloj? Que susurra imperturbable,
que todo acabará, y que el término tarde o temprano llegará.
¿Para qué contar cada segundo? Si al vivir moribundo,
tras cada momento, tras cada segundo, estoy mas cerca de morir.
Puede que en el sendero no halle más que un recuerdo,
y siento que cada latido ya no es sincero.
Quiebra, retumba y me acosa, evoca mi debilidad
y con su habitual crueldad,
cada paso sólo me sumerge más en la inmensidad,
me llena el vacío de que tras cada desvarío todo es peor,
y el delirio me distrae de la batalla en mi interior.
Y cuando incluso muere el instante...
no me queda otra que admitir que es cierto,
la verdad grabada en mi corazón por mi pecho cubierto,
vivo para convencerme de que aún no he muerto.
-Sergi Bosch
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