Y me senté a reflexionar hijo, a la luz del fuego que alumbra mi hogar.
Y comprendí el sentimiento que tanto se hace en mi de rogar,
pues querer es difícil y créeme que no hablo por hablar.
Y cuando toda esperanza se torna un recuerdo,
descubrí que las promesas de corazón mueren en el pasado,
se consumen en su propio encanto y de nada sirven,
pues al dejarlas atrás, vacías han quedado.
No hay veneno más dulce que el dolor de quererla.
No hay mayor realidad, que la magia de volver a verla.
Que la vida no espera por tí, que no tiene compasión.
Que nada le impide hacerte sufrir en cada rincón,
pero las penas, y no te miento, se combaten con el corazón.
Y que la decisión correcta es a veces la descartada,
como si se tratara del viento que golpea con furia tu cara
pero lo ignoras con convicción, pues te aleja de tu amada.
Alcancé a entender también, que no siempre
te darán la misma moneda.
que la gente no es lo que esperas y poco a poco aprendes
que decir lo que sientes es suicidarse y desde ese momento, mientes.
Como esa noche perfecta, que me acosa y me atormenta,
porque hijo, la vida es difícil, y debes luchar para que cese la tormenta,
porque en un mundo desigual y despiadado, nada de valor es regalado.
Y las lecciones que con tanta obsesión intentaron inculcarme
de poco han servido, pues para aprender hay que fracasar.
Vivir día a día es convivir con la seguridad de equivocarse,
no dejes que las dudas acosen tu deseo,
no permitas que te persiga el temor al error,
incluso yo, no te guíes por lo que creo, por lo que veo,
traza tu camino al escuchar cada latido,
y no tengas miedo de acabar perdido.
Lucha contra el pasado, y sé libre. Que el ayer no
te tenga prisionero, nunca seas su esclavo.
Puede que en algún instante, olvidando cada reflexión,
caigas en la cuenta de que repites un error,
llámalo esperanza, llámalo estupidez o llámalo amor.
Algunas veces caerás al suelo, y creerás descansar.
Pero deséngañate, cuando está todo perdido es el momento de actuar.
¿Y sabes una cosa? Esa lucha contigo mismo,
es gran parte de la magia de la vida: siempre te puedes volver a levantar.
Te preguntarás pues, como es que el corazón de papá se ha parado,
demasiado cansado para una lucha demasiadas veces perdida,
y mi voluntad vencida, en algún lugar pasado yace y yacía.
Sé que no predico con el ejemplo, y reconozco mi debilidad,
hijo mío, mi final pronto está por llegar...
y tu y yo no volveremos a hablar. Escucha mis últimas palabras,
no dejes que caigan en el olvido, crea para ellas un lugar:
El error de tu padre, es la libertad de la esclavitud.
El placer del dolor y la felicidad de la tristeza,
pues todo es más fácil cuando una escusa acompaña cada gesta,
y el verdadero final de una historia, es olvidar como empieza.
-Sergi Bosch
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