Soy un náufrago a la deriva,
mi corazón ya no late
y mis pulmones ya no respiran.
Vivo mi espera y no sé que espero,
pero jamás dudo cuánto te quiero.
Voy cambiando mis planes,
llorando la muerte de mis ideales.
Mi fuerte escudo refuerzo,
porque en la travesía de estos mares
rezo por perder de vista los males.
Que las velas resistan el golpeo
del viento incensante, veo cómo la brisa
y mi cabeza recuerdan tu sonrisa...
y el pasado rompe tan mágico instante.
Puede ser que mi destino sea vivir
y por eso sobrevivo.
Puede que tras la tempestad,
esté el camino y recuerde lo vivido.
Pero una y otra vez, esta fantasía
choca en mi realidad.
Soy un náufrago a la deriva,
mi corazón ya no late
y mis pulmones ya no respiran.
Vivo mi espera y no sé que espero,
pero jamás dudo cuánto te quiero.
Quiero volver a soñar, quiero...
recodar como era volar.
Y en esta mi prisión de hielo,
quiero, quiero una ilusión
que me quite el miedo.
El instante en el que te perdí
se torna dolor, el motivo...
se vuelve confusión.
Y quiero, quiero un fugaz momento,
salir de las tierras del destierro,
oler el perfume en tu cuerpo,
volver real lo incierto.
Y quiero, olvidar el deber
para aprender a vivir en el querer.
Cien mil millas me separan
de la última bocanada
de esperanza y mi corazón
y el tuyo se reencuentran
en la nada.
Sé lo que compartimos,
que somos muy diferentes,
como dos espectros, dos entes
entre la multitud de la gente.
Y lo que tanto nos diferencia,
lo que tanto nos distancia...
tu no paras de pensar y reír,
yo no dejo de levantarme para morir.
Soy un náufrago a la deriva,
mi corazón ya no late
y mis pulmones ya no respiran.
Vivo mi espera y no sé que espero,
pero jamás dudo cuánto te quiero.
-Sergi Bosch
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